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El cuerpo que habla

¿Y si el cuerpo ya está diciendo todo, pero no lo escuchamos?

Durante años aprendimos a ver al cuerpo como una máquina que funciona… o se rompe.

Y si se rompe, se arregla. Rápido, sin preguntas. Con una pastilla.

Pero ¿y si el cuerpo no se está rompiendo, sino hablando?

El cuerpo habla todo el tiempo.

Pero no en palabras. Habla con piel opaca, con digestiones lentas, con cansancio que no se va, con ansiedad que aprieta el pecho.

Habla cuando no dormís bien.

Cuando te duele la cabeza siempre a la misma hora.

Cuando tenés la lengua blanca.

Cuando te falta deseo.

Cuando se te cae el pelo.

Cuando te contracturás siempre en el mismo lugar.

Y sí, muchas veces el síntoma molesta. Pero es solo el mensajero.

Algunas formas en que el cuerpo grita bajito:

  • Contracturas en los hombros y cuello: ¿Qué estás cargando sola? ¿Qué tensión estás aguantando sin decir nada?
  • Intestinos inflamados: ¿Qué emociones no estás digiriendo?
  • Bruxismo: ¿Qué estás reprimiendo que necesita salir?
  • Fatiga sin razón aparente: ¿Estás viviendo para sobrevivir o para estar bien?
  • Piel con brotes: ¿Qué está intentando eliminar el cuerpo? ¿Qué estás comiendo, sintiendo, reteniendo?
  • Infecciones recurrentes: ¿Qué parte de vos se siente invadida una y otra vez?
  • Hambre emocional: ¿Qué necesidad estás intentando calmar con comida?

No siempre tiene una lógica lineal.

No se trata de volverse obsesivas con cada dolor. Pero sí de parar y observar, y no tapar todo con lo primero que te adormece el síntoma.

El camino de vuelta al cuerpo es lento, pero verdadero.

La salud real no siempre es cómoda.

A veces el primer paso a sanar es dejar de tapar.

Dejar de exigir que todo se cure en 15 días.

Dejar de medicar lo que en realidad necesita ser acompañado.

Los adaptógenos no hacen magia. Hacen lo que pueden con lo que les das.

Los extractos de hongos como la melena de león, el reishi, el cordyceps o la tremella no son parches.

No son como un ibuprofeno que calla. Son como una abuela que escucha y fortalece.

Van regulando, en silencio, con el tiempo. Te acompañan a volver al centro.

Pero necesitan que vos también estés.

Que duermas un poco mejor. Que respires. Que bajes el azúcar.

Que escuches lo que tu cuerpo viene diciendo hace rato.

Tu cuerpo no se está rompiendo. Está pidiendo ayuda.

Y en esa escucha, puede empezar algo nuevo.

Una salud más real. Más lenta. Más tuya.

Más de raíz. 🍄

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